viernes, 20 de junio de 2014

1000 km


1000 km.
No es una cifra cualquiera; no es una cifra fácil; parecía que tardaba mucho en llegar, pero al final aquí está casi a punto de cerrar el año académico.

Para los que siguen este blog, supongo que ya supondréis que se trata de la locura que me propuse a principios de año de contar todos los kilómetros que caminaba de un lado a otro por la ciudad de Lublin... para los que no saben de qué estoy hablando les remito aquí.

Así, he apuntado con exactitud matemática (aunque algunos dirían que no tengo de eso) todo lo que he caminado de camino al trabajo cada día o por simple gusto en fines de semana o, incluso, mi kilometraje de salir a correr. Y han sido casi 6 meses los que me ha costado llegar a la marca. Todo un segundo semestre de clases moviéndome de lado a lado averiguando el camino más corto para tardar menos y llegar a tiempo.

No ha sido fácil porque los kilómetros se acumulan en las piernas y cada vez pesan más; porque a veces hace falta esa media hora que tardo de más yendo a pie para poder preparar la clase decentemente; porque llegar a casa antes significa comer antes y poder descansar más...

Pero no he parado. Para motivarme, he mirado el dinero que "ahorro" por no coger el autobús (a modo informativo diré que he evitado un total de 186 autobuses para un total de 520zł o 126€) y he decidido que, en vista de que todavía no soy rico, ese será el dinero que podré dedicar a mis caprichos y "cositas".
El tema es sencillo: "Yo me lo camino, yo me lo disfruto".

Como ese dinero iba a ir a parar a las arcas de los autobuseros, debería contarlo como perdido, así que, al no gastarlo, lo dedico a lo que a mí me salgCENSURADO.

Así, en el momento que escribo estas líneas tengo caminado ya un total de 1014,8km (comprended que no podía para la semana para escribir cuando llevaba justamente 1000 km) y, de ese dinero de caprichos, sólo me quedan 33,8zł (es decir, una miseria en euros).

Mis primeros caprichos han sido una impresora wifi (la cual estoy siempre con miedo de que me la hackee Óscar aka Trebolete a distancia) y una sudadera y un jersey que me he comprado online que, por no necesitarla precisamente ahora para este tiempo de verano que viene, he considerado que era justo introducirlo en el apartado de "caprichos".

Y nada, eso es todo. Sé que hay algunas personas que están siguiendo mi evolución de kilómetros, así que de esta manera informo a todo el mundo.

Próximamente actualizaré con motivo del fin del año académico, ¡que sólo me queda una semana!


miércoles, 4 de junio de 2014

Los niños polacos son... diferentes

Hola, hace tiempo que no escribía y tenía pensado hacerlo cuando acabara el curso para dar una visión general de lo que ha sido mi primer año de experiencia profesional aquí en Polonia...

..pero lo de hoy me obliga a una entrada rápida en la que explicar este dato significativo: Los niños polacos son... diferentes.

Yo no estaba preparado para esto.

Situación: Último día de clase con un grupo de la escuela primaria. Deben tener entre 9-11 años, no más. A los niños les dijimos que la de la semana pasada era la última clase pero resulta que contamos mal y tenía que hacer otra. Hoy.

Empieza la clase y algunos niños me dicen que por qué estaba yo otra vez con ellos y que si venía para quedarme ya hasta final de curso. Yo les digo que no, que solamente hoy y que ya nos veremos el próximo curso.

Y empieza la cosa; no se tranquilizan, empiezan a hablar entre ellos sabiendo que yo no me entero de mucho.
Pero no pasa nada, relajo la clase y nos ponemos a hacer lo que tenía preparado: Frutas y verduras, unos dibujitos muy monos para preguntarnos entre todos qué frutas y verduras nos gustan y no nos gustan...

Pero llega el momento en que ya se hace el momento de irme y, poco a poco, empiezo a recoger mis cosas para salir de clase. En ese momento veo que una niña está llorando porque (supuestamente, ahora me lo pregunto) otro niño le ha dicho que ella no podía dibujar en la pizarra como estábamos haciendo todos para adivinar animales...
Yo me acerco y llevo a la niña de la mano a la pizarra para que dibuje y, en ese momento que me tienen situado al otro extremo de la puerta, todos se sientan en sus sitios y empiezan a cogerse de las manos haciendo hileras.

Y no una hilera. Cuando alguien se pone en una hilera el modo de actuar es sencillo: te diriges donde está la unión más débil y golpeas fuerte corriendo para poder pasar.
Pero no, en este caso eran TRES HILERAS, una detrás de otra. Era imposible pasar fácil.

Nada, yo he vivido situaciones límite (o al menos he jugado sobre ellas), así que recojo mi mochila, mis papeles y carpetas y, diciendo "¡Santiago y cierra España!", me lanzo a la batalla contra los niños que, como una telaraña bastante pegajosa, se cierran ellos sobre mí cuando sienten el contacto con la primera hilera.

Un movimiento impresionante en el que se aprovechan de los modificadores de "turba de mendigos" para completamente arrollarme y empezar a mover sillas y mesas unos pocos mientras la inmensa mayoría siguen intentando que yo no me pueda mover.

Ahí es cuando me giro hacia la puerta y veo el porqué del movimiento de sillas y mesas.
Todo está puesto en la puerta impidiendo la salida y, si en ese momento hubiera visto a dos de los niños apoyados en la trinchera con rifles, cascos medio caídos y cigarrillos en la boca mientras se enseñan fotos de las novias que les esperan en casa no me habría sorprendido tanto como el ver a una niña (que hasta ese momento yo había creído) dulce e inocente con cabellos rubios y coleta subida sobre las sillas (que, recordemos, estaban formando trinchera, no estaban bien ordenadas), alzando una regla por encima de su cabeza y gritando:

¡¡¡BARRICADAS!!!

En ese momento ha sido cuando he bajado los brazos, he dejado de luchar y he pensado: "Estoy jodido".

Ellos han continuado empujándome hacia la mesa del profesor (ahora dudo de si para que me quedara en clase o para atarme a ella y quién sabe qué más) hasta que ha venido otro profesor y ha abierto la puerta (los niños polacos son listos pero los adultos más y las puertas se abren hacia el pasillo).
Me ha mirado con los ojos desorbitados mientras yo casi desaparecía entre la turba de niños y me ha preguntado "Pomoc?" [Traducción: "¿Ayuda?] y yo, casi al borde de la asfixia, he podido articular un débil "tak" ["Sí"].
Una vez me ha sacado del montón de niños que tenía sobre mí he recogido mis cosas y me he ido a casa...

...y lo reconozco, he vuelto a casa asustado de que los niños estuvieran emboscados en algún arbusto o árbol y me saltaran por sorpresa.

Definitivamente, como decía, los niños polacos no son normales:
Están entrenados en tácticas de combate.